Don de Loch Lomond

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domingo, 27 de septiembre de 2015

Extremeños anticatalanes

 

El hecho de que Gerard Piqué sea en ocasiones algo más gilipollas de lo habitual no autoriza a cualquier hijo de vecino a insultarlo por sus ideas soberanistas. Si no me equivoco en este país es legítimo que uno pueda sentirse catalán, madrileño, pacense o segoviano, incluso por que no, alentejano, como mi menda, quien sigue sin comprender cómo la frontera más absurda y antinatural del planeta nos separa a una gran parte del país de unos hermanos portugueses que sin duda presentan más singularidades comunes a nosotros que naturales diferencias.

A los profesionales, sean futbolistas, médicos, croupiers, albañiles o periodistas habría que tratarlos por lo menos con un poco de jodido respeto cuando desempeñan una profesión para ganarse con mayor o menor fortuna el sustento de los suyos, y de la misma manera Piqué tiene todo el derecho del mundo a sentirse catalán y jugar en la selección española ya que con Cataluña, como sería su deseo, no puede hacerlo. De la misma manera que en su día Javier Clemente, declarado públicamente como independentista vasco, se puso al mando de la selección española con la misma profesionalidad que si lo hubiera hecho ante la de Inglaterra, Italia o Senegal.

Si algún día, los vientos del caprichoso destino me impulsaran a abandonar esta bendita tierra (el diablo me confunda si así sea) tengan la seguridad que no ocultaré el amor hacia mi región, mi ciudad y los míos, ya me estableza en Sevilla, Mónaco, Londres o L'Hospitalet de Llobregat, y ¡Ay del que se atreva si quiera a mirarme con celo o ponerme mala cara por mostrar lo más profundo de mi corazón!

Los sentimientos catalanistas de Pep Guardiola, por señalar algún otro ejemplo, deberían alcanzar los mismos niveles de interés general a la opinión pública que mi aversión a las judías blancas con chorizo a la hora de juzgar a un profesional cuya valía está fuera de toda duda.

Pero es que el deporte no es más más que la punta del iceberg, por aquello de que en este país interesan más los aspectos deportivos y los abdominales de Cristiano Ronaldo que la tasa de paro o los últimos resultados de la EPA.

No se si ustedes lo vienen notando también, pero lo que es a un numeroso grupo de nuestros paisanos extremeños, el tema catalán les escuece sobremanera, como si nuestras bellotas, encinas o parajes naturales dependieran de ello. La mayoría parece mirar hacie el Penedés con recelo y cierto complejo de clases cual antagonista de pacotilla de cualquier superproducción cinéfila, como si nos erigiéramos en los grandes defensores de una patria por la que nos desvivimos mientras ella nos devuelve todo... por el mismísimo.



De acuerdo que a nadie le gusta que le tomen el pelo o le falten al respeto. Y se han sucedido numerosas y lamentables acciones por uno y otro lado. Existen situaciones que siempre me parecerán ridículas y que denotan una total falta de sentido común. La susceptibilidad de algunos independentistas catalanes de primer nivel rozan en ocasiones el esperpento y la verguenza ajena, pero no menos que las respuestas cargadas de odio, ignorancia y estupidez que se producen en ocasiones desde la capital o el suroeste de la península.

Recurrir a los estereotipos es tan absurdo como ridículo, y lo dice alguien que tiene amigos catalanes que son Lucky Luke sacando la cartera a la hora de pagar y eruditos e instruídos extremeños que son capaces de escribir doscientos poemas del tirón sobre la ingratitud humana mientras escurren el bulto para no invitarte a una maldita caña.

Que personalmente me parezca muy poco práctico pretender poner fronteras ahora que somos más que nada europeos no me da derecho a definir de una u otra manera a una región de más de siete millones de personas, en la que por cierto, tantos extremeños emigrantes tendrán algo que decir. Que los problemas se arreglen hablando, y votando, y cumpliendo la ley, partiendo de la premisa de que una ley puede cambiar otra ley, y no hay por qué hacer drama alguno sea cual fuere el resultado. 

 

Que no se le ocurra a alguno de Cornellá o Girona venir a decirnos si los de Olivenza tienen que sentirse Portugueses o Españoles, o si verdaderamente Elvas y Badajoz deberían unificarse como una gran ciudad transfonteriza o incluso si deberíamos adoptar el portuñol como idioma oficial. 

Por lo tanto que mis paisanos se relajen con ese sentimiento anticatalán que parece absorverles, y que dejen de mezclar futbol, con política, estereotipos y gilipolleces varias que finalmente ofrecen la evidencia de que tanto extremeños como catalanes ostentamos un gran número de ignorantes, catetos y merluzos que no tiene por qué denigrar la exquisita población del resto de sus civilizados conciudadanos.

Y por cierto... como nos mola a los extremeños cuando un catalán (de mierda que dirían muchos) como Pau Gasol se sale en el Europeo de baloncesto con la Selección Española. ¡Somos de lo que no hay!

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