Que poco tardan algunos en
practicar el desaconsejable ejercicio de rebuscar entre la basura ajena, cerco
de vergüenzas e inmundicia donde de ningún modo han de encontrar cotas de
dignidad alguna. Sin olvidarnos del desagradable tufo que ello supone, y del
que a riesgo de aliñarse con tan repugnante esencia puedan resultar repelidos
por el resto de la masa.
Todos, sin excepción,
ostentamos el deshonroso lastre de nuestras pequeñas miserias, algunas purgadas
por el paso del tiempo, y otras injustificables, escondidas en el más recóndito
hueco de nuestra memoria.
No seamos hipócritas. Yo
mismo, que me tengo como persona de bien e incluso sensata, también he
practicado y participado del humor negro, y como hombre visceral y
temperamental, en alguna ocasión he pecado de bocazas, o incluso bebido más de
la cuenta pronunciando frases que jamás habrían tenido que salir por semejantes
tragaderas. Ahora bien, no por ello me exijan que purgue pena alguna en las
calderas del mismísimo Infierno si dentro de 10 años me presento como alcalde
de mi ciudad.
A Guillermo Zapata, que
acaba de recibir su acta en el Consistorio madrileño, ya quieren exigirle
responsabilidades políticas por una serie de tuits de hace años en su cuenta personal
de Twitter, cuando ni siquiera era Concejal.
No seré yo quien juzgue si
tales afirmaciones mezcladas en forma de chiste con un negro sentido del humor
sean o no reprobables, pero siempre tiene que haber alguien que tire la primera
piedra, y ello seguramente, sin estar libre de culpa.
Hay que saber perder,
hacer auto crítica e intentar dar lo mejor de sí mismos para mejorar y
sobreponernos, pero la hipocresía y la demagogia que se practica en este país
es tan rancia y vomitiva que deberíamos preguntarnos si no estaremos todos
continuamente escarbando en la basura de los demás, solo así se entendería el
mal olor que envuelve nuestra política, donde todos parecen salpicados de
alguna manera por el Pantano del hedor eterno, aquel dantesco fango del universo
Jim Henson.
No quiero decir con ello
que Guillermo Zapata haya de ser un santo, ni compararlo con la pura y bella
Jennifer Conelly que se libró de milagro de ser salpicada por el lodo infernal,
pero lo cierto es que alguno políticos, como la propia Esperanza Aguirre, quien
indignadísima exige de inmediato la dimisión de Zapata, se asemeja al personaje
de Jareth, el Rey de los Goblins,
aunque evidentemente sin la majestuosidad que desprende el gran David Bowie.
El avance de partidos políticos como Podemos molesta a mucha
gente, yo aun diría más, asusta a muchos que gozaban de una tranquilidad y
estabilidad basada en privilegios insultantes, y el miedo en muchas ocasiones,
obtiene como resultado algo más que adentrarse en el camino hacia el lado oscuro.
El miedo de políticos como Esperanza Aguirre tornará a terror cuando tantos
escépticos comprueben que la participación de nuevos partidos en el juego
democrático no ha de suponer nada negativo en su día a día, y que incluso al
contrario, puedan observar con cierta sorpresa aspectos positivos con los que
quizás no contaban.
Hay que dejar trabajar a la gente, sobre todo a los políticos
que han de contribuir para la consecución de un cambio necesario para un país
más justo. Si Guillermo Zapata demuestra en unos años signos evidentes de
incompetencia o de no poder estar a la altura del cargo que ostenta, allá cada
uno a la hora de exigir responsabilidades políticas, pero olvidémonos de
estupideces de redes sociales, del “y tu más”, de herencias recibidas y pongámonos
serios para afrontar los asuntos y problemas que realmente nos preocupan.
Publicado en Diario HOY el 16 de Junio de 2015
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