Ángel Manuel Gómez Espada. |
Dentro de la categoría "El loto azul" es un placer presentarles a un nuevo invitado, que no es otro que mi querido amigo “El Poeta”, Ángel Manuel Gómez Espada.
Poseedor de una bodega magnánima de toda clase de caldos, hace bueno su dicho de que la vida es una cerveza con los amigos, o un vino, y así, generoso, como su bodega, siempre está dispuesto a descorchar su mejor botella para obsequiar a sus mejores amigos.
Me da igual que lo haya repetido en innumerables ocasiones, pero mi amigo Ángel hace bueno el famoso dicho de Manolito “Gafotas”, aquel que insiste en que los mejores amigos son los que todavía están por conocer.
Dada su amabilidad habitual sumada al respeto que siente por los lectores de este blog, Ángel nos ofrece hoy un conjunto de poemas aún inéditos para el deleite de todos ustedes. Por lo tanto, sin más preámbulo, aquí les dejo con las espectaculares fotgrafías y la exquisita, nueva, advertida y aconsejable poesía de un buen compañero, excelente amigo, gran escritor y mejor persona.
ARCHIPEL
Así comienza todo.
Un parque,
Una pareja.
Comparten
Frío y galletas,
Unos auriculares,
Besos de aprendiz.
Así comienza todo.
Así comienza todo.
II
Todo viaje parte de una isla.
Cada uno de nosotros
También es una isla.
El amor es una forma de viaje.
También.
Que cada uno lo combine como mejor pueda.
III
Unos regresan a la misma isla de siempre.
Otros se pasan la vida destejiendo calcetines,
Disfrazándose de Calipso o de Telémaco.
Los hay que callan,
Y los hay también que otorgan.
Muchos hablan para no decir nada,
Y se sostienen apenas con un vaso de agua.
Algunos viajan para no perderse en casa.
De vez en cuando se da el caso de gente
Que se acerca al mar en silencio,
Contempla la posibilidad insondable de la nada,
Se muerde la tentación obsesiva del viaje.
De entre ellos, unos pocos mojan los pies en el agua
Y andan hacia atrás, si el azar
O una ola les cubre los zapatos,
Simples cangrejos.
A estos últimos habrás de temerlos.
Llámalos enemigo, cúbrete las espaldas.
IV
Somos islas.
Qué otra cosa sino islas
En una deriva interminable.
La dicha del viaje es sólo equiparable
Al miedo que provoca el regreso.
Saber que hay alguien que teje
Para nosotros una forma de vida
De la que siempre huimos
Y a la que siempre volvemos.
V
En una isla como ésta comienza todo.
La espera.
La costura.
La mirada perdida en el horizonte
El amor.
La literatura y la vida.
La pareja continúa compartiendo
Auriculares y galletas.
Hago mi foto. Les sonrío.
Me alejo del parque.
Marcho en silencio hacia Saint-Louis.
Otra isla.
EL VIAJE INTERMINABLE
A José Manuel Gallardo, moneda de pago
Desde la orilla este de este río eterno,
Donde en esta tarde de septiembre
Uno hasta pensaría en la posibilidad
De firmar la paz consigo mismo,
Ahora que, por fin, siento el frío:
Este frío acogedor, con el que uno despide
Al cada vez más aburrido y prolongado estío,
Como tan sólo puede ser acogedor el frío
En esta ciudad de esquinas que te dejan sin habla;
Ahora que me siento tan lejano
De la monotonía del trabajo y de los problemas
Que habitan y regentan mi pobre apartamento,
Que es como decir mi solitario reino,
Las dudas cotidianas que me asaltan;
Ahora que me siento tan lejano de todo eso
Y, por tanto, tan extraordinariamente vivo,
Con la placentera música de fondo
De los latidos de la mujer que quiero,
A pesar de que, algunos días, a su manera,
También se dedique a gobernar mi vida,
Doy las gracias por las películas
Que firmaron Von Trier, Allen y Almodóvar;
Por Granada y Córdoba y sus terrazas
Donde se puede beber un café a tiempo imparcial,
Sin necesidad de fijarse en las prisas de los demás;
Por las infancias que he vivido en La Mancha;
Por la fuerza de los colores imposibles de Van Gogh;
Por Mozart, claro, es evidente que por Mozart;
Y por Bob Dylan y Morente, el padre,
Para que no se queden en el tintero
Del olvido, cada día más seco;
Por el mar en blanco y negro y el sonido
Que de él guardo en mis recuerdos de niño;
Por las tardes sin prisas en el Malecón de mi ciudad
Con algo de Battiato en los auriculares,
Mientras entra descalza la primavera
Y dejan de escucharse las perversas máquinas que nos conducen;
Por el arroz con leche de mi abuela, las natillas de mi tía
Y los paseos hasta los columpios del Floridablanca con mi abuelo;
Por los alumnos que han pasado y que me mandan hermosas
Postales de islas míticas, y en las que me narran, entre otras cosas,
Que mi esfuerzo sirve para algo más que para acercarlos a un libro;
Por los amigos, que siempre que los necesito, se hallan
Al otro lado del hilo telefónico o dentro de una pequeña pantalla;
Por el alcohol que consumieron Pessoa, Poe y Baudelaire,
Por el alcohol que yo consumiré mezclado con amantes;
Por aquellas mujeres, que, de una manera o de otra, me dejaron
Recibir en préstamo durante años y a un interés ridículo
Sus cuerpos y sus ilusiones, hoy seguro que ya lejanas o apagadas;
Por poder disfrutar de esta ciudad única,
Que se dice tuya al primer instante,
Que se entrega ansiosa ya en la primera cita.
Y, mientras la tarde comienza a apagarse,
Doy gracias al mundo por ser mundo,
A pesar de nosotros y nuestra extraña manía de devastarlo,
Y hago unas cuantas fotografías repetidas de otros viajes,
De lugares para mí ya comunes, de los que jamás me canso,
Como tampoco se cansa uno de Kavafis, Jayam o Juan Ramón,
Mis propios paraísos particulares.
Como tampoco se cansa uno de regresar al cuerpo amado,
Tantas veces recorrido y retenido, cuerpo que se prolonga
Hasta esa mano que siempre te pareció diminuta,
Que sientes ahora que te acaricia la espalda y te dice,
Con ese suave y simple gesto, que ya va siendo hora,
Que habrá que cruzar el puente antes que anochezca
Para ir a contemplar, entrelazados
Como para una eternidad, la isla de St. Louis.
CRYING IN YOUR FACE
Me llamas por teléfono desde el trabajo,
Que estás llorando sin motivo aparente,
Que te duele horrores la cabeza.
Me dices bienvenido a mi realidad cotidiana,
Ésa de la que te olvidas cuando sales de mis sábanas.
Yo le digo que no sé quién es,
Que creo que se ha equivocado de teléfono,
Que los de audioconsulting no somos nosotros,
Que ellos trabajan en la séptima planta.
Te cuelgo y huyo.
Tanto me duele oírte llorar.
Tanto me duele.
RESUMEN DEL VERANO
Supimos por el olor del musgo
Que las nubes se acercaban veloces.
Ajenos a las advertencias maternales,
Caminamos cientos de metros para ver gotas de lluvia.
Ahora, con los pies frescos, cogidos de la mano,
Esperamos que el arco iris luzca.
Y sin mediar palabras, funámbulos, regresamos a casa.
La cena fría. Después llegarán los besos.
Y el recuerdo de esta breve tormenta
Mantendrá caliente nuestro amor.
Pronto ha de cubrir la nieve estos bosques.
Hará de nosotros otros.
Textos y fotografías publicadas por Ángel Manuel Gómez Espada el 02/11/2011
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