Buceando en los viejos archivos he encontrado este texto de mi padre, Enrique García Calderón, periodista de HOY durante 40 años.
Si no me falla la memoria lo escribió para el especial de los 75 años de HOY y consta en mi poder porque fui yo el encargado de editárselo en formato word y enviarlo al periódico, ya que mi padre entonces, acostumbrado a los ordenadores del periódico, aun no se manejaba bien con las nuevas tecnologías.
Es muy simpático y divertido, con momentos tronchantes, y creo que es muy apropiado compartirlo con los amigos de este blog.
Paseillo y palco
Enrique
García Calderón
(Redactor
emérito de HOY)
Cuarenta años dan mucho de sí.
Cuarenta años es una vida. Y cuarenta años, casi, los he pasado en diversos
destinos que me encomendó la dirección del diario HOY.
Al cabo del tiempo, cuando las hojas del otoño ganan metros
a los rebrotes de primavera, es curioso
constatar como las evocaciones, los recuerdos, se basamentan más en hechos
alegres, en circunstancias amables que en periodos menos graciables.
Será, digo
yo, por aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor o, simplemente, por
una especie de coraza que amortigua los flechazos del tiempo. Porque en
cuarenta años trabajando en “Hoy” he tenido de todo. Momentos muy buenos,
momentos muy malos y momentos que ni fu ni fa, pero algunos de ellos curiosos y
hasta chistosos.
En
una efeméride como la que ahora nos ocupa (el 75 aniversario de “mi”
periódico, mío porque me he dejado más de media vida en él) prefiero
centrarme en aquellos instantes que aun hoy en día, pese al paso de los años,
me hacen sonreír e incluso en ocasiones, soltar la carcajada.
No voy en consecuencia a contar nada de mi etapa de
redactor político de La
Transición porque sería amargar la vida a más de uno. Ni
tampoco de mis tiempos de redactor de calle, ni de mis últimos años como
jefe de edición.
Para mejor deleite del lector me centraré en los 12 años en
que fui redactor de deportes. Curiosamente fue la época en que obtuve una mayor
popularidad y seguimiento. Sería cuestión de preguntarse qué de verdad interesa
al pueblo, si lo “interesante” o lo “importante”. (Y ponga el lector en orden
esta pregunta si se atreve, tras el titulo europeo de la selección española de
fútbol).
Vamos
con alguna anécdota que me pide mi querido compañero, y sin embargos que
valgan, buen amigo, Julián Leal.
Allá
por la primera vez que el Badajoz descendió a tercera me encontraba alicaído.
Que un club de los más antiguos de España tuviera que patearse los campos de
esa categoría suponía un quebranto. Y sin embargo resultó todo lo contrario.
Por aquellas calendas un gran equipo del Badajoz comenzó a visitar villas
y ciudades extremeñas. Y por causas más o menos ignotas el veterano
conjunto blanquinegro se convirtió en una especie de Papá Noel.
Por lo que
fuera (que yo todavía no lo tengo claro, pues a esta alturas me sigue
sorprendiendo la afición pacense) los seguidores del Badajoz se apuntaron a los
viaje y acompañaban al club a todas sus visitas, y en gran número.
A mí, que, llevaba entonces unos cinco
a seis años de redactor de deportes, no dejaba de sorprenderme la actitud de
los aficionados blanquinegros.
”Esto no hay quien lo entienda – le comentaba a mi querido ayudante Fernando Echave – No había forma de llenar el Vivero y ahora se apunta hasta la tía de Carlos”.
Pero así era. Sorprendente. Incluso
recuerdo un Vivero (entonces no existía el Nuevo) con tres cuartos de entrada
para un partido entre el Badajoz y el equipo de la Muy Heroica
Villa. Perdimos, los de La
Albuera , creo recordar por 14-1. Pero es igual. Sigo igual de
orgulloso de haber nacido en el pueblo de la Batalla.
No había visto algo
semejante desde el partido de Copa del Rey que emparejó al Real Madrid con el Badajoz. El Viejo Vivero se llenó hasta las escaleras. Y aquí la primera
anécdota. La noche antes del partido oficial Badajoz-Real Madrid entrevisté al
entrenador madridista Di Stefano en el Hotel Zurbarán. No recuerdo
qué pregunta le hice a don Alfredo pero le sentó muy mal. A la “Saeta Rubia” se
le nota enseguida el cabreo, pero me contestó a esa y diez o doce preguntas más
y cuando le di las gracias me espetó.
-“¿Ya
acabastes boludo?”…
Y
se largó a su habitación. Quede constancia que mi admiración por el mejor
futbolista de todos los tiempos sigue intacta.
Jugaba el Badajoz en San
Vicente de Alcántara. Llegamos a la localidad norteña de la provincia pacense y
los directivos del club local recibieron a la prensa muy bien. Entonces
las “medios informativos” eran cuatro gatos. Inquirí donde podíamos situarnos y
un señor nos dijo: “Allí”.
“Allí” era atravesar el campo de
juego, con pocas gradas pero a reventar de público. Se trataba de cruzar
aquella especie de corral a lo largo y por el centro. Así que Fernando Echave, Alfonso Rodríguez y un servidor iniciamos el “paseíllo”. Hubo voces entre el público más o menos
curiosas:
-“Alfonso,
no te pongas en nuestra portería que te vas a aburrir”…
-
Enrique, no tienes ni puta idea de fútbol”….
-
”Fernando, Edu (ex del Badajoz) está “cabreao” contigo”…
Seguíamos por aquel camino del
desierto hasta que una maciza y ronca voz restalló:
“Enrique:
A ver que coño escribes mañana….¡So cabronazo””….
Alfonso,
Fernando y yo conseguimos llegar, tras el singular “paseíllo”, hasta las
localidades asignadas, donde desembarcamos todavía con las risas que nos provocó
aquella buena voz. Risas que compartimos con directivos y aficionados
sanvicenteños.
Más curioso fue en Aceuchal. Ante la
visita del Badajoz la directiva del club local erigió en el centro de la
zona de tribuna un “palco”. Lo hizo con la mejor voluntad acondicionando uno de
aquellos artilugios agrícolas que arrastraban los tractores.
Aseguraron,
mal que bien, la improvisada tribuna tras abrir uno de los laterales del
remolque y allí nos ofrecieron con un gesto de graciable hospitalidad un sitio
a Prensa y Radio (que entonces éramos, ya digo, cuatro gatos) y a los
directivos del Badajoz y sus acompañantes.
Todo iba perfecto hasta que en un
momento volví la cara y vi al presidente blanquinegro Antonio Guevara (puede
dar fe de lo que relato) que, sujetándose y levantándose al tiempo de la
silla que ocupaba, gritaba con gesto de susto:
“¡Esto
se cae!”.
Y
tanto. El artificio se vino al suelo. Aquel palco apresurado se derrumbó. Yo
caí sobre Fernando y tras el momento de susto (un momento más o menos largo
para los protagonistas)) oí al querido Echave: “Enrique ¡Quítate de encima, que
no me puedo mover!”
Y
yo le respondí:
-
“¡No
puedo, tengo una gorda sobre mis espaldas!”
Aquella
señora que me aplastaba se quejaba amargamente mientras me prohibía cualquier
movimiento:
-“¡Ay
por Dios”… Me la he roto, seguro que me la he roto”…. plañía lastimeramente la
mujer que me aprisionaba.
En
pocos instantes varios samaritanos amables colaboraron en arreglar el entuerto.
No pasó nada. Se llevaron a la señora entrada en carnes y yo pude liberar
a Fernando. Entre los accidentados de la enteca tribuna solo había que
lamentar alguna magulladura y poco más.
Al
poco tiempo le pregunté a uno de aquellos samaritanos que se habían llevado a
la señora que me aplastó:
“Por favor, ¿Qué le ha pasado a la señora
obesa que se cayó encima de mi?… Se quejaba mucho… ¿Se ha roto la muñeca?.
Muy bueno.
ResponderEliminarGracias amigo! mi padre es todo un Crack! un literato! No se le ha hecho justicia en la región! una lástima!
EliminarJaajja ay, qué bueno lo de la faja!! Un relato muy entretenido que se deja leer muy bien. Estupendo! De tales plumas, estas tintas!
ResponderEliminarEstá claro que heredé de él la facilidad para contar historias! Muchas gracias JC! UN ABRAZO!
EliminarEnrique, no puedo más que quitarme el sombrero hacia tu padre y hacia la intemporalidad de este artículo, que parece de total actualidad. Conforme lo vas leyendo, e inevitablemente comparándolo con la situación que vive el Badajoz actualmente, no cabe ninguna duda de que, pese a la desaparición de la SAD, y de agregar el número 1905 al nombre, este equipo sigue siendo el mismo que aquel, pues su afición, que seguramente serán los hijos de aquellos, se sigue comportando de igual manera.
ResponderEliminarGracias por enseñarnos este artículo.
Muchísimas gracias José Antonio. Ya hubiera querido el Madrid de la época que mi padre hubiera currado en el Marca y hubiera escrito aquellas crónicas de alto estilo literario que enamoraban ( y enervaban según las circunstancias) a los seguidores.
EliminarYo aun era muy pequeño, pero recuerdo jornadas entrañables en el viejo vivero con mi padre y Fernando Echave, ruedas de prensa ( en una mi padre no paraba de inquirir al entrenador cómo era posible fallar tres penaltys en un mismo partido, y eso que se había ganado 12-1) visitas a los vestuarios, entrevistas a jóvenes promesas (Rodri, Macarro) en El Zacarías... un mundo que aun me viene a la cabeza y que me hace de alguna forma seguir ligado a este club, aunque por desgracia y problemas laborales no pueda seguir cómo me gustaría!
Muchas gracias por tu bonitas palabras! A ver si consigo que mi padre se haga un blog y que a través de buenos amigos en el HOY consigamos algunas de esas memorables crónicas que no hubiera podido firmar ni el mismo Quevedo! Un fuerte abrazo y gracias!!!