El "Súper" Jurado de "La Voz" |
Si la cara es el espejo del alma, la voz sin duda es el reflejo que muestra fielmente el carácter de una persona. La voz de un ser humano es algo más que esencial, y pocas veces nos paramos a pensar en su trascendencia a la hora de hacernos una idea de las personas que tenemos cerca.
No sé ustedes pero a mí hay voces que me ponen en alerta, muy nervioso o incluso de mal humor. Bien por ser tremendamente graves, agudas o incluso por exceso o ausencia de inflexiones. Por el contrario existen voces que me transmiten una serenidad y paz realmente reconfortantes, o incluso despiertan dulces sentimientos.
Al menda su voz no le agrada en absoluto, y seguro que muchos de ustedes también tuercen la nariz al escucharse en la radio o en alguna grabación sonora. Nos cuesta reconocer nuestra propia voz. Por lo visto, las grabadoras y nuestros oyentes solo reciben las frecuencias de la voz que se transmite por el aire, mientras que nosotros la escuchamos por dos caminos, por dentro de nuestro cuerpo y por el aire también.
"Voy a hacerte el amor mamita...." |
A mí me hubiera encantado ser dueño de una gran voz, si no bonita al menos realmente única y original. Como la del gran Carlos Revilla (voz original de Homer Simpson en la versión española) o la de Iván Muelas (Philip J. Fry) o Abraham Aguilar (Bender). Si yo tuviera la afectada, profunda y sonora voz del actor Juan Fernández, también encandilaría a las mujeres con aquella famosa canción que el ‘Chef ’ de South Park siempre se arranca a cantar en pleno ritual de apareamiento: «Voy a hacerte el amor mamita...».
¡Qué importante es la voz en la literatura! ¡Y qué curioso! Solo nosotros sabemos como suenan en nuestra cabeza las voces de Don Quijote, de GrenouIlle, de Mafalda, de Tintín, de Astérix o de Manolito Gafotas. Por eso siempre se me resisten de una u otra manera las adaptaciones cinematográficas o televisivas de mis personajes de ficción favoritos.
La voz, además de decir mucho de nosotros, nos hace poseedores de un don especial que lamentablemente no todos podemos desarrollar de igual manera ni idéntica fortuna. Y es que la voz es el instrumento más antiguo, innato en nuestro organismo, con el que podemos crear e interpretar las más bellas y hermosas melodías.
Está claro que la voz es primordial, yo aun diría más mi querido Hernández, casi trascendental en el mundo de la música, si bien no todos nos ponemos de acuerdo al señalarlo como si fuera el único instrumento que realmente importa. La mayoría de las personas, si bien no están en la obligación, no suelen entender de música, ni de instrumentos musicales, ellos se lo pierden, pero no se puede reducir la música a una voz bonita o al loable ejercicio de cantar (aunque sea divinamente).
Estos dos sí que hacían música |
Demostrando una vez más la peor de las torpezas en momentos difíciles, Tele5, que prefiere seguir apostando sobre seguro, nos ofrece ‘La voz’, un nuevo reality que pretende precisamente eso, reducir el mundo de la música a tan preciado instrumento. Esta especie de plagio de OT u otros formatos televisivos obedece no solo a falta de ideas y ganas de arriesgar, sino a ofrecerle a la ignorante audiencia nuevos peleles de karaoke, que dudo siquiera lleguen a convertirse en los futuros juguetes rotos de la anterior fábrica de «talentos».
Mi idolatrado John Lennon ni siquiera habría pasado un casting, dudo que hubiera aguantado uno solo de los consejos de Bisbal (quien por cierto si el otro día no iba colocado o con un Loch Lomond de más que me corten la cabeza). A Bob Dylan o a Joaquín Sabina seguro que les hubieran echado en cara que su voz no era buena.
La música es algo más que una bonita voz. Existen muchas maneras de sentir y vivir la música y no siempre los intérpretes han de ostentar una preciada voz o dominar completamente un instrumento. Ni el mejor de los cantantes que pudieran salir de estas bazofias de concursos podría jamás emular ni la mitad de sensaciones que me ofrece el ‘Strawberry Fields Forever’ de los Beatles interpretado por la sencilla voz de un John Lennon al que no llegan ni a los talones todos los miembros del jurado del programa.
Lo siento mucho, pero si al nuevo formato le añadimos el paripé que realizan en cada selección estos miembros del «prestigioso» jurado, en plan ahora le doy al botón, ahora no le doy, ahora suelto una estupidez por la bocaza, ahora al ver lo buena que estás me arrepiento de no haberte escogido, el resultado es una vez más denigrante para los aficionados a la música. Bisbal puede ser un muchacho simpático y humilde, y muy buena gente, con el que seguro que iría gustoso a tomar unas cañas, pero no lo veo decidiendo sobre quien posee esa magia especial para poder llegar a la gente a través de la música. Sin comentarios los casos de Melendi, con el que no iría ni a coger billetes, o de Malú. A esta última la conocí personalmente en junio del 98 en los estudios de la Ser en Badajoz. La gran periodista María Jesús de las Heras nos contrató a quien suscribe y a algunos amigos para ejercer de músicos figurantes en una gala aniversario de Cadena Dial. Ella era una niñata de 15 años, cuyo único mérito consistía en ser sobrina de Paco de Lucía, que se las daba de simpática, e incluso le regalamos una maqueta de los Left Brothers, hasta que en los servicios la sorprendimos despreciando y riéndose de nuestra ciudad junto a la pérfida de su mánager.
Rosario Flores me cae bien, y ha interpretado grandes canciones (compuestas por su hermano Antonio Flores, que sí que era un gran artista) pero aún me acuerdo de aquella vez que salió en un programa de televisión narrando como «componía» sus canciones. «A mí se me ocurre una historia y la plasmo en un papel… y luego se la doy a mis músicos y ellos ya…». ‘Nos ha jodío’, así compongo yo la novena de Beethoven.
En definitiva: la voz es importante, también en la música, pero no es lo único. Entreténganse con ‘La voz’ si eso les divierte, pero a los nuevos «triunfitos» les auguro el mismo éxito musical que a María Lapiedra con su ‘No me subas el IVA bájame las bragas’. Y todo esto lo digo muy tranquilo, sin mentar al diablo ni rayos ni centellas, ni cuanto menos jurar por el Cetro de Ottokar. Quien de verdad entiende de lo que habla, jamás tiene motivos para levantar la voz.
Publicado en Diario HOY el 23 de Septiembre de 2012
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