¡Lo que son las cosas! Nos hayamos en pleno siglo XXI, casi en 2011, a las puertas de una nueva década que comenzará en menos de tres meses y me encuentro hace unos días con una encuesta del CIS que asegura que el 45% de de los españoles cree que la mujer debe renunciar al trabajo para cuidar del hogar.
¡Toma ya! Menuda panda
de “machotes” que tenemos como conciudadanos. No vayan a pensar
que todo esto me viene de nuevas, o que la noticia me pilla
desprevenido. El verdadero momento en que empecé a tener conciencia
del grave problema de machismo en nuestra sociedad fue
aproximadamente hace 11 ó 12 años. Yo me encontraba de fiesta en un
pueblo extremeño, tras una actuación con alguno de mis grupos de
entonces.
Estábamos a punto de disponernos a celebrar un botellón junto a unos amiguetes que acabábamos de conocer en el pueblo. En ese grupo habría un par de chicas que entonces me parecieron muy mayores, pues contarían con 25 ó 26 años cada una. Yo, a mis veinte escasas primaveras, las consideraba como mujeres hechas y derechas.
Estábamos a punto de disponernos a celebrar un botellón junto a unos amiguetes que acabábamos de conocer en el pueblo. En ese grupo habría un par de chicas que entonces me parecieron muy mayores, pues contarían con 25 ó 26 años cada una. Yo, a mis veinte escasas primaveras, las consideraba como mujeres hechas y derechas.
El caso es que a la hora de dirigirnos a comprar las
bebidas, una de ellas se excusó con que no podía acompañarnos,
pues en los alrededores de la tienda había muchos hombres del pueblo
mirando y eso no estaba bien visto allí. Les aseguro a ustedes que
mi menda no daba crédito a lo que estaba escuchando. Para más inri,
ambas jóvenes habían cursado estudios universitarios, e incluso la
chica que se excusó, se encontraba trabajando en una asesoría
laboral.
Ante
esta clase de pensamientos tan retrógradas, a uno no le queda más
que plantearse si el trasfondo del problema del pensamiento machista
existente entre los más jóvenes, pueda estar inmerso también en la
psicología femenina.
Un
servidor sabe a que país pertenece, y puede entender, que no
compartir, que en generaciones pasadas la mujer se encontrara
esclavizada y ninguneada en nuestra sociedad, relegada a su función
como madre y ama de casa, sin independencia ni autonomía.
Ahora
bien, que jóvenes de hoy en día, “veinteañeros” o “treintañeros” como quien suscribe, imiten tan lamentables
clichés, me causa cuanto menos tristeza e indignación.
Entre
conversaciones de café de mis compañeras de trabajo, escucho
problemas y situaciones que no corresponden a los actuales tiempos
que corren.
El pensamiento deleznable, rancio, retrógrado, obsoleto y machista de algunos de los “machotes” de sus novios o maridos me enervan, pero quizás es la actitud de ellas, tan conformista, resignada, y tan machista a la vez, la que me desconcierta profundamente.
El pensamiento deleznable, rancio, retrógrado, obsoleto y machista de algunos de los “machotes” de sus novios o maridos me enervan, pero quizás es la actitud de ellas, tan conformista, resignada, y tan machista a la vez, la que me desconcierta profundamente.
El
menda tiene algunos amigos, compañeros, conocidos e incluso
familiares muy “machotes”, que cuando están en sus casas no
mueven un dedo, a pesar de que su mujer trabaja tanto o más que
ellos fuera del hogar. “Machotes” que consideran que cuando sus
hijos lloran son sus mujeres la que deben de acudir a ver qué es lo
que le ocurre al niño. “Machotes” que controlan el móvil de sus
mujeres, o el Facebook, o su propio correo personal, y a quienes no
les hace ninguna gracia que su pareja tenga sus propias amistades, y
menos aún si esas amistades son masculinas.
El “machote” de hoy
en día es un joven que aunque babea con cada minifalda y escote que
observa en la calle, o en la televisión, no permite que su pareja
enseñe ni los tobillos, controlando su manera de vestir, y que a
pesar de estar harto de visionar películas porno y páginas guarras
en Internet, ni siquiera en el sexo es capaz de permitirle a su
pareja una cierta realización personal.
Estos nuevos jóvenes
“machotes”, desgraciadamente aún existen en nuestra sociedad, y
lamentablemente compruebo cada día que su presencia no se aminora,
sino que va a más.
No sé si será por aquello de que lo han visto
en sus casas y les parece lo más normal del mundo, pero no dejo de
darle vueltas al asunto preguntándome continuamente donde se
encuentra el fondo del problema.
De todas formas, soy de la opinión que tales pensamientos en chicos tan jóvenes no esconden más que pura maldad, y a riesgo de ser extremista me atrevería a afirmar que incluso me parecen peligrosos. Así mismo, esa actitud tan conformista y resignada en féminas preparadas y con estudias resulta inaudito.
De todas formas, soy de la opinión que tales pensamientos en chicos tan jóvenes no esconden más que pura maldad, y a riesgo de ser extremista me atrevería a afirmar que incluso me parecen peligrosos. Así mismo, esa actitud tan conformista y resignada en féminas preparadas y con estudias resulta inaudito.
El
otro día, mientras me hallaba en el “Mercadona” comprando con mi
novia (¡como me encanta ir al “Mercadona” a llenar el carro
hasta las trancas!) observé una vez más un ejemplo de esta clase de
comportamientos tan poco entendibles en los tiempos que corren:
Una
chica joven, quizás uno o dos años menor que yo, llevaba a su hija
pequeña de la mano izquierda, mientras que con la derecha empujaba
un carro repleto hasta arriba de productos. Se le notaba cansada, y
apenas había brillo de alegría en sus ojos. No era fea, pero vestía
de cualquier manera, como cualquiera de nosotros cuando está por
casa. Mal peinada y sin maquillar. Mientras, a su lado, como un
pincel, el maromo con cara insoportable, como de estar oliendo
mierda, que no hacía más que llamarle la atención porque su hija
no paraba de llorar, y mientras él no movía ni un dedo.
La chica le
contestó enfadada: “Para una vez que vienes y encima no me ayudas
te quejas”. En ese momento bajó la mirada acobardada, pues su
marido, novio, pareja o lo que fuera, la miró de una manera que
incluso yo mismo sentí la ira y la rabia en sus ojos. Durante unos
instantes hasta deseé que se hubiera atrevido a algo más para poder
intervenir, pero no habría valido la pena porque no hubiéramos
llegado a nada. Estos “machotes” de hoy, son tan hombres, que
sólo les pegan a sus mujeres.
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