Ante
todo que quede claro que yo a mi padre lo adoro. Lo quiero con
locura, lo admiro profundamente y lo respeto, y mi relación con él
es magnífica durante 364 días al año. Pero alberga un día en el
calendario, como el 19 de Marzo, en el que no tengo padre.
Así de sencillo.
Con
mi madre también existe la misma exquisita relación de amor y la
venero y respeto y querré siempre todos los días de mi vida, pues
“madre no hay más que una y a ti te encontré en la calle”, que
rezaba el poema del gran Rafael de León. El problema es que todo
esto transcurre solo durante 364 días al año, 365 si es bisiesto.
Porque quien suscribe, el primer Domingo de Mayo tampoco tiene madre.
Yo
no sé que van a pensar de mí, puede que crean que soy un monstruo,
un ser sin sentimientos, un “niñato” desagradecido, un mal hijo,
qué se yo, pero así lo siento y así lo expreso, como se lo cuento,
con todas las letras. Y bien alto y claro para que se entere todo el
mundo. Mis razones, al contrario que pudieran pensar, no tienen nada
que ver con el poderoso caballero, que decía mi idolatrado Don
Francisco de Quevedo, pues no es que pretenda ahorrarme un dinerillo
evitando a toda costa el regalo del día de nuestros progenitores, es
que considero que hay fechas que atentan contra todo principio moral
de las personas, y el día del padre, de la madre, del hijo o de los
enamorados no son más que inventos horteras que a día de
hoy no tienen razón de ser.
De
un padre, y casi más de una madre, uno se acuerda siempre, y le
dedican su atención y cariño todos los días del año. A mi
personalmente, ni El Corte Inglés ni Carrefour tienen que decirme
como si fuera tonto cuando tengo que regalarle a mi padre la última
novela de Pérez-Reverte, o a mi madre ese perfume de Nina Ricci que
tanto le gusta. Lo mismo me pasa con mi contraria. El día de los
enamorados por no regalarle es que no le regalo ni un beso. “¿Que
vas a regalarme este año por San Valentín?” - Me pregunta con una
gota de brillo en sus ojos- “Pues absolutamente nada” -contesto
muy digno.
¡Y
es que es verdad! A mis padres, hermanos, pareja, sobrinos, amigos,
les hago regalos cuando considero oportuno o mi economía tan
maltrecha me lo permite, para eso están otras fechas señaladas como
cumpleaños, aniversarios u ocasiones especiales. El solo hecho de
que me pregunten qué voy a regalar a mis padres por su día, o a mi
novia por san Valentín consiguen que me ponga de mal café. Y es que
me da rabia. Ya estoy harto de que nos digan constantemente lo que
tenemos que hacer.
Conozco
a personas que aborrecen literalmente a sus pobres padres, no hacen
más que quejarse de ellos, e incluso se emborrachan para no tener
que aguantarlos una vez al año, en la cena de Noche Buena, ahora,
eso si, el día del padre o madre les hacen unos regalazos que quitan
el hipo. No sé que les parecerá a ustedes, pero eso en mi pueblo se
llama limpiar la conciencia.
Existen
también muchos novios, maridos, o “compañeros” que dicen los
más “progres”, que a pesar de no aguantar a su mujer y faltarle
al respeto las 24 horas al día, luego, el 14 de Febrero les hacen
unos regalos increíbles. Y encima, tales regalos suelen ser
entregados en público, ante la mirada y oídos de la concurrencia,
que sonríe tímidamente disfrazando el rubor de la vergüenza ajena.
Y encima se dedican esas palabras tan bonitas “gracias mi amor, mi
vida, mi tesoro, mi cielo, mua mua mua” ¡Repugnante! Con todo
esto, lo único que consiguen demostrar es que además de ser unos
cursis insoportables se odian.
Creo
que sólo una vez le he hecho un regalo a mi padre el 19 de marzo, en
cuarto o quinto de EGB. Nuestro gran maestro, Don Manuel Moralo
Murillo, a quien siempre querré, prácticamente nos obligó a
guardar parte del estipendio semanal asignado por nuestros padres
para hacerle a nuestro progenitor un regalo en su día.
“Pensad
en lo que más le pueda gustar a vuestros padres”- Nos dijo Don
Manuel, y yo, dentro de mi inocencia, ingenuidad y mi sentido
práctico de las cosas, no tuve otra ocurrencia que regalarle un
paquete de Fortuna, que a mi entender, era lo que más podía
gustarle. Si esto hubiera ocurrido hoy en día a mis padres les
habrían retirado mi custodia fijo. Mi padre tras la sorpresa
inicial, se mondaba de la risa, y además le vino muy bien, pues no
tuvo que cambiarse para salir a comprar tabaco por la mañana.
A
mi madre creo que fue incluso años antes, en primero o segundo,
cuando le hicimos el típico trabajo manual. No sé si fue un joyero
fabricado con un bote de Nesquit (mi hermano Gonzalo escribiría
Neskuit), pero vamos, entiendo el esfuerzo y la buena intención de
mi querida “seño” Doña Loli, pero en los ojos de mi señora
madre no se reflejaba ilusión alguna, mientras yo, cabizbajo, le
juraba por Osiris y por Apis que no sufriría aquel tormento nunca
más. Y así ha sido, y estoy muy orgulloso.
Así
que ya saben, olvídense de estos estúpidos días horteras que nos
incitan al consumismo más absurdo y preocúpense de cuidar y querer
a sus familiares y parejas.
Además,
nunca esta clase de día fueron bien vistos siquiera por las más
altas esferas de la sociedad. De hecho, el conocido noble de origen
francés, el Conde du très grand cul, hombre brillante y de
educación exquisita, desheredó a su joven vástago, el Barón de
l'énorme merdé, indignado tras recibir una horrorosa bufanda de
cuadros rojos y verdes con el emblema familiar de los “Grand Cul”
como presente por el Día del Padre. ¡Bien por el Conde du très
grand cul! Su indignación y posterior gesto quedaron ante la
Historia plenamente justificados. ¡Faltaría más! Y es que todo
tiene un límite. ¡A ver si nos vamos enterando!
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