Junto con los "cacharritos"
y las tómbolas (nunca me podré olvidar de la chochona... que rica
la chochona) los puestos de vino cariñena acompañan los recuerdos
de la Feria de San Juan.
Constantemente rememoro a mi señor
padre, cada año, parando en algún momento de nuestro paseo para
degustar ese sabrosísimo y fresquito caldo, como si de una costumbre
o tradición ancestral imperdonable se tratara. Entonces, yo tenía
que contentarme con los barquillos, que no era poco, y entre
nosotros, de niño nunca llamó poderosamente la atención aquel
extremado licor, aunque ya era conocedor de sus virtudes y defectos,
resultado de leer desde pequeño un libro como "La Venganza de
Don Mendo", del gran Muñoz-Seca, con aquellos desternillantes
versos:
«Serena escúchame Magdalena,
porque no fui yo… ¡no fui!, fue el maldito cariñena que se
apoderó de mí…».
Lo que son las cosas, superadas ya la
niñez y adolescencia con creces, y aquellos primeros años locos de juventud, donde la feria no era más que un gran botellón que luegose complementaba con las casetas, es ahora cuando, supongo que por la
herencia recibida, me gusta cada año ser yo el que se detiene para
degustar una copita de cariñena, cuyo exquisito sabor viene a
señalarme que ya no soy un niño, y ahora soy yo el que se bebe
aquel vino que antes por edad se me negaba, para luego retroceder de
nuevo en el tiempo hacia la niñez durante unos instantes embriagado
del sabor de aquellos dulces barquillos.
Es curioso como todo nuestro pequeño
mundo cambia a lo largo de los años, incluído el propio ferial y su
localización. Algunas de las casetas y atracciones se han adaptado a
los tiempos, otras por el contrario se mantienen con el poderoso
magnetismo de antaño. Los puestos de cariñena sin embargo no han
variado ni uno solo de los adornos de entonces, con aquellos
inconfundibles vendimiantes y aquel llamativo grifo de donde parece
no parar nunca de manar el apetitoso morapio.
Existen cosas que no deberían de
cambiar nunca, porque les confieso, que por muy breve que sea mi
visita cada año al recinto ferial, siempre me dejo caer por alguno
de estos puestos. Les aseguro, que si algún día no los encontrara,
a mi me faltaría algo, la verdad.
Seguro que muchos pacenses, que como
el menda acompañaban a sus padres en aquel ceremonioso rito, sonríen
al leer estas lineas y se sienten cómplices de quien suscribe, y
también lo harán un año más durante la Feria de San Juan de
Badajoz, cuando antes de disponerse a dar el primer sorbo de
cariñena, le entreguen a sus hijos aquellos barquillos, cuyo
suculento sabor constituirá inevitablemente una reminiscencia
inolvidable de su memoria.
¡A su salud amigos pacenses! ¡Nos
vemos en la Feria de San Juan de Badajoz 2014!
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