De esta guisa se arrancaban a tocar los “Kaka Deluxe” a principio de los 80, una de aquellas primeras y precarias bandas de la famosa y sempiterna “movida”, aquel movimiento socio cultural germen de grandes bandas que años después nos regalarían grandes canciones parala historia de la música pop en España.
“Kaka Deluxe”, en donde militaba una jovencísima Alaska, era una de aquellas bandas conmás ganas e ideas que virtuosismo instrumental, y buscaba en la provocación una manera como cualquier otra de llamar la atención y mantenerse en el candelero. Es curioso pero fue también a principios de los 80 cuando los Carnavales comenzaron a coger fuerza en Badajoz, y sus protagonistas, también precarios en medios como los grupos musicales de la movida, tenían ante todo más ganas de divertirse que cualquier otra cosa.
Pero no pretendo hablarles hoy de grupos musicales, sino de público, del público del López de Ayala concretamente, aquel que hace horas y horas de cola para conseguir una entrada para presenciar en vivo el ya tradicional y esperado concurso de Murgas de Badajoz.
Como comprenderán a estas alturas, quien suscribe no busca llamar la atención ni pretende provocación alguna, que eso ya ni se lleva y ni mucho menos está de moda, ni siquiera ofender con un inocente “tonto” a quienes ocupan una butaca en el López durante el concurso.
Pero sí me gustaría que sirviera como toque de reprobación, y que a más de uno, las palabras de mi menda les indujera a reflexionar sobre un comportamiento nefasto que viene protagonizando desde hace ya muchos años gran parte del público del teatro, que indigna a murgueros y carnavaleros en general, y en especial a todo aquel bien nacido que guarda en su haber algo de buena educación y ciertos valores.
Los propios murgueros se han mostrado perplejos, y han criticado en muchas ocasiones en sus letrillas a quienes por ejemplo abandonan su butaca tras la actuación de la murga con la que simpatizan, ya sea porque en ellas militan amigos, parejas o familiares. El aforo del teatro es limitado, y existen muchos que no pueden conseguir una entrada ni permitirse guardar colas durante horas para disfrutar de un concurso que llevan esperando casi un año.
Esta falta de respeto hacia los ciudadanos con menor fortuna se agrava hacia los murgueros que tras un año de preparación observan como su trabajo es ninguneado y despreciado, mostrando realmente que no existe aquel espíritu carnavalero del que el público del López, y en especial todos los pacenses, presumimos y hacemos gala durante nuestra fiesta.
Si reprobable es abandonar la butaca no menos feo es mostrarse poco o nada receptivo con todas las murgas, que indudablemente, algunas serán más flojas que otras, pero todas guardan grandes dosis de ilusión y divertidos momentos para hacernos pasar un buen rato.
El público del López se está transformando en algo parecido a los forofos y fiebres de determinados equipos de fútbol, en donde un hincha del Madrid no es capaz de disfrutar con un pase de Xavi y una ejecución magnífica de Messi y otro del Barcelona es incapaz de reconocer la grandeza de Casillas o las innegables cualidades de Cristiano Ronaldo.
En esta época todos debemos estar más predispuestos a la risa que nunca, y hemos de ser generosos de buen humor y amigos íntimos del sano ejercicio del cachondeo.Quien disfruta de los carnavales ha de hacerlo sí o sí durante todo el concurso de murgas, y aceptar la decisión final del jurado con menor o mayor fortuna para su agrupación favorita. También debería respetar a los demás espectadores del teatro, o a los que siguen el concurso a través de la radio o la televisión.
Reconozco que se me llevan los demonios cada vez que la cateta de la primera fila, o el “macarrilla” de turno, o el paisano de este y aquel, o todos al mismo tiempo, intentan hacerse oír por encima del murmullo incesante de expectación que transcurre instantes antes de cada actuación murguera.
-“¡Eso es un murga!” – jalea la ordinaria de turno – “¡Ese Chiqui bueno!” grita el otro – “¡Guapo!”, “¡Tía buena!”, “¡Tú sí que vales!”, “¡sois los mejores!” – y demás estupideces por el estilo que no vienen a cuento y muchas veces incluso interrumpen el normal desarrollo de la actuación. ¡Por el Cetro de Otokkar! ¡Menuda panda de cansinos!
¡Parece una absurda competición por hacerse notar unos por encima de otros cuando a los que tienen que escucharse alto y claro es a los integrantes de las murgas! Sin olvidarnos de los “¡Oles!” y aplausos cuando algún que otro cantante frustrado se lanza a desgañitarse con gorgoritos insufribles en el momento cumbre de la actuación. Pero ese tema, el de los murgueros que pretenden ser cantantes profesionales, lo dejamos para otro día, que también trae cola.
El público debería de tener claro que su deber es permanecer en silencio, atento a las letras, voces, música y puesta en escena, disfrutando, sin reprimir por supuesto la inevitable y necesaria risa, aunque en ocasiones sea ruidosa y en forma de escandalosa carcajada, de eso se trata.
¡Los aplausos, los silbidos, los “bravos” y los “oles” solamente están justificados al principio y al final! ¡A ver si nos vamos enterando!
Pero después de todo se trata de divertirse, y más en estos últimos años tan difíciles dondenecesitamos más que nunca la risa y el buen humor. Por lo tanto me dirijo a ti, desocupado lector, que seguro que te has visto reflejado en alguno de los renglones de este artículo.
En lugar de ciscarte en mis muelas deberías reflexionar, y admitir que en según qué ocasiones no te has portado con la corrección que se espera de un pacense que ama y vive su fiesta con especial devoción. Así que ya sabes, a disfrutar de todo el concurso de murgas, a reírte y brindar tu apoyo a todas las formaciones, y en especial a regalarles tu sonrisa, y tu aplauso, que todas se lo merecen, ya que trabajan durante un año para intentar hacernos un poco más felices.
Y sobre todo, como cantaba hace ya algunos años una inolvidable tribu africana-pacense: “¡No te enfades…. que estamos en Carnaval!”.
¡Feliz Carnaval 2013!
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