Los pertenecientes a una generación
denominada del baby boom, tuvimos que afrontar la por otra parte nada
costosa tarea de asumir la agotadora presencia del sexo en todos los
aspectos de nuestra vida.
A los preadolescentes de entonces, quienes
teníamos que acudir a la parte trasera de un kiosko, o la sección S de
los videoclub para descubir ciertas partes de la anatomía humana, nos
hace gracia pensar que en cualquier rincón de nuestro día a día la
presencia del sexo muestra signos de empacho que se combinan con cierta
naturalidad.
Gracias al Boss quizás aquella hastiada
presencia sexual irrumpió cuando ya habíamos pasado la edad del pavo, y
algunos aún sabemos distinguir un buen culo de un indiscutible talento,
que por otra parte no han de ser incompatibles de ningún modo.
El sexo cada vez va teniendo una
relevancia en la música comercial que en demasiadas ocasiones supera el
noventa por ciento. No se equivoquen ni pretendan que el menda peque de
castidad, pues me atrae como a cualquiera un cuerpo bonito, y considero
que no deja de ser interesante una sutil dosis de sexualidad para
otorgar un poco de pimienta al asunto. Pero lamentablemente esa pequeña
pizca reservada antaño parece hoy la destinada a preservar lo poco de
música que aguarda a un sin fin de numerosos artistas.
El sexo siempre ha estado presente en la música, de ahí el famoso “Sexo, Drogas y Rock And Roll” del que grupos como los Rolling Stones parecían hacer bandera.
Los propios Beatles le deben gran parte
de su éxito a esa sexualidad que despertaban principalmente al público
adolescente femenino, aunque no obstante jamás para ello John Lennon o
el vanidoso McCartney tuvieron que posar con el culo en pompa y ligeros
de ropa.
Hace poco comentaba el asunto con un
periodista amigo, mostrándole mi indignación por los videos de alto
contenido erótico de las divas de ahora:
“Es que no son más que tías meneando el culo”.- Exclamaba con furia buscando el asentimiento y la comprensión de mi interlocutor.- “¡Sí, sí, pero… qué culo!”.-
Respondía él. Como comprenderán me tuve que dar por derrotado. Quizás
en su respuesta se adivine lo obvio de la situación, pero no me negarán
que es algo triste.
Me vienen a la cabeza aquellos maravillosos video clips de los 80. Todos recordarán sin duda el “Thriller” de aquel Michael Jackson trístemente desaparecido, o el maravilloso vídeo “Take On Me” de A-ha.
Incluso en los 90, no había nada sexual en el “No Rain” de Blind Melon o el “Smells like teen spirit” de Nirvana, dos video clips que por cierto, quisieras o no, debías ver sí o sí si conectabas con la extinta MTV.
Hemos pasado en cuestión de pocos años
de no contar apenas con programación infantil y mandar a los niños a la
cama en cuanto aparecía un rombo, a tener canales y canales dedicados a
ellos con contenido de dudosa calidad. Siempre he clamado contra canales
como el Disney, en el que bajo su marca infantil le venden
continuamente sexo de manera descarada a los preadolescentes. Y si no se
lo creen, ahí tienen casos conocidos como Los Jonas Brothers o la insoportable Miley Cyrus,
que pasó de virginal adolescente Hannah Montana a jovencita
insoportable que insiste continuamente en enseñarnos su lengua y
posaderas a la menor oportunidad.
Cuando divas de hoy, como pueden ser la propia Beyoncé o la exótica Rihanna,
de indiscutible talento vocal y de gran belleza y voluptuosidad,
muestran su disconformidad a que se les trate como si fueran pedazos de
carne, se les escapan frases al estilo: “Quiero ser recordada por mi voz, no por mi culo”. ¡Cualquiera lo diría tras el visionado de los clips correspodientes a sus últimos éxitos!
Aún recuerdo cuando comenzó en esto de la música una jovencita Britney Spears.
Tan mona ella, con ese aspecto de lolita picantona pero salá y
entrañable. Fue la princesa del pop, con mayor o menor acierto musical
aunque de indiscutible éxito comercial. Ahora que tras varios años y
problemas ha crecido y ha roto en culona, ya no siente el cariño y
respaldo de su público, y ello a pesar de no haber perdido un ápice de
su voz.
Aquellos que se relamían contemplándola embutida en aquel mono rojo petado en el famoso “Oops i did it again” (Que por cierto, no dejaba de ser un auto plagio del tema “Baby one more time” que la catapultó al éxito un año antes) ahora la arrinconan con cierta pena y concescendencia tildándola de juguete roto.
Siempre defiendo que toda la música
tiene algo que aportar, y que me parece respetable el gusto por
cualquier género músical, pero cuando artistas como Jenifer López
le dedican una canción a su propio culo (A ese culo lo único que le
falta ya es montar su propia web) deberíamos preguntarnos si debemos
meter en el saco de la música a todos los estilos.
Existe una película muy agradable de visionar. Una comedia romanticona de Drew Barrymore y Hugh Grant. Se llama “Tu la letra y yo la música”, y en ella una vieja gloria ochentera, que bien podría ser una parodia de Andrew Ridgeley, ya saben, el “otro” de Wham!, se ve obligado a escribir un tema para una gran estrella juvenil emergente, Cora Corman, interpretada a la perfección por Haley Bennett, quien es capaz de completar en un solo personaje a divas como la propia Britney Spears, Shakira o Cristina Aguilera.
De corazón la recomiendo para todos
aquellos que quieran hacerse una idea de la diferencia existente entre
lo que significa vivir para la música o vivir de la música.
Y quién sabe, quizás ahora, que no
estarán tan pendiente de su culo, la propia Britney podría sorprendernos
con un disco de calidad ¿Por qué no? Aunque de corazón les confieso que
aunque así fuera, no se lo iban a permitir.
Menos mal que existen artistas, que
ofrecen canciones y video clips en los que el sexo no lo es todo, y si
no, que los famosos realizadores y guionistas de las grandes divas y
boybands les echen un ojo al “¡HAY!”, de Los Ganglios, y ya verán lo que son capaces de hacer algunos con 4 duros y una dosis extra de indiscutible talento.
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