Don de Loch Lomond

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viernes, 28 de junio de 2013

Horario de Feria


Extremadura sigue de feria. Hace poco la hubo en Cáceres; más recientemente, en Plasencia y Arroyo de San Serván. Ahora, en Badajoz y en Coria, reinos ambos de San Juan.

En agosto estarán de feria Jerez de los Caballeros y Salvaleón y, en septiembre, les tocará el turno a Mérida, una de las mejores; Barcarrota, con su Virgen del Soterraño, y Zafra, con su centenaria Feria Internacional Ganadera. Aunque a todo le llamamos ‘feria’, la auténtica feria es la de Zafra, la FIG, mientras que las demás son fiestas, ya con poca o ninguna feria de ganado y de mercadeo, que ese es el auténtico origen de las ‘ferias’ y no el parque temático de tómbolas, casetas y cacharritos que se adosó a los antiguos rodeos de mulas y ganado menor.


   

Feria es una palabra bonita, aunque haya perdido su significado inicial, o tal vez por eso, precisamente. En mi cabeza, tal palabra siempre connotará ilusión, positividad, alegría, buen rollo por los cuatro costados

Será por aquello de que en mi ciudad, Badajoz, la Feria de San Juan irrumpía en la mejor época del año. Al final de las odiadas clases, a las puertas de un nuevo verano que se nos presentaba como el más largo y próspero de nuestra vida, pues apenas habíamos consumido ni uno solo de sus días. Como si fuera un enorme y rico helado al que aún no le has dado ese primer mordisco.

No me atrae ir al ferial a bailar el ‘chunga chunga’ mientras tomo un baño de sudor. Pero sí me gusta dar una vuelta con mi novia, disfrutar del ambiente y tomarme mi cariñena con barquillos. Siempre se lo vi hacer a mi padre y, cuando me hallo en plena faena, sonrío recordando aquellos geniales versos de ‘La venganza de Don Mendo’: «Serena escúchame Magdalena, porque no fui yo… ¡no fui!, fue el maldito cariñena que se apoderó de mí…». 

También me gusta, como a cualquiera, salir a mediodía con los amigos o familiares a disfrutar del ambiente festivo que se respira en la ciudad, y a ponerme ciego de tapitas y rico caldo de la tierra. Porque las ferias de la ciudad de uno son siempre importantes y necesarias, y todos de una u otra manera debemos participar en su disfrute y alegría.



Por este motivo, muchos ciudadanos gozan de un horario especial en sus obligaciones laborales; horario de feria se llama. Los bancos, algunos comercios, la mayoría de las oficinas y demás suelen recibirlo de buen grado, para alegría de sus trabajadores. Mi menda no deja de preguntarse por qué motivo todos los ciudadanos no tenemos el mismo derecho. Está claro que las naturalezas de cada trabajo son diferentes, y bien distintas. De la misma forma, sus prioridades y necesidades. Hasta ahí estamos, pero de igual forma, estos trabajadores también deberían gozar, si no del mismo, de un horario especial, con una reducción horaria para que pudieran disfrutar de la feria con sus familiares y amigos, como el resto de conciudadanos. No comprendo qué derecho ha de tener un empleado de banca sobre un periodista, un médico o un comercial. Un oficinista sobre un croupier, un policía o un camarero. La discriminación no deja de ser aún más significativa y algo indignante en los grandes grupos de empresas, donde algunos departamentos sí disfrutan del horario de feria mientras otros no pueden beneficiarse de él ni recibir compensación alguna.

No estoy muy seguro, ni tampoco tengo intención de descubrirlo a estas alturas, si esto lo decide la propia dirección de la empresa, o los sindicatos o sus respectivas señoras madres, pero cuanto menos es cabreante.

Recuerdo hace ya algunos años, cuando trabajaba eventualmente como auxiliar administrativo en una pequeña oficina. El horario de los demás trabajadores era de 8.00 a 15.00 horas, pero como yo era aún un joven estudiante y me tenían contratado con una especie de subvención, el mío era de 9.00 a 14.00, y los honorarios bastante más bajos que el de los demás compañeros. ¡Faltaría más! ¡Nobleza obliga! Un día nuestro jefe anunció con gran júbilo que todos nos beneficiaríamos de un horario de feria que sería de 9.00 a 14.00 horas. Dicho de otra manera, mi horario habitual. «¿Y entonces, yo qué?», pregunté algo ‘mosqueadete’. Imaginen la respuesta: ajo y agua.

Por lo tanto, a pesar de que la feria es para todos y que se crea un horario especial para que podamos disfrutarla lo mejor posible, desgraciadamente no todos nos beneficiamos de dicho horario. Ya sé que la semana pasada criticaba esta actitud tan nuestra del culo veo culo quiero, de no comer ni dejar comer, de preocuparnos más porque a otros les quiten sus beneficios en vez de luchar porque los obtengamos también nosotros, pero reconózcanme que entienden y comprenden que cualquier honrado ciudadano que trabaje como el que más y que en su propia empresa sufra tal discriminación, cuanto menos, no pueda evitar vislumbrar que su feria no es para él, y por ello es comprensible que se sienta como un ciudadano de segunda. Y luego están quienes, precisamente por ser feria, trabajan más y nunca han sido feriantes. En fin, la feria siempre fue por barrios. ¿O era por horarios?

Publicado en Diario HOY el 19/06/2011

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