Don Miguel Murillo, o si lo prefieren Mr. Michael Small Wall |
En la reciente y atronadora jornada de Nochebuena, los lectores que aun disfrutamos con columnas que aportanalgo de afable literatura a la prensa, tuvimos la fortuna de encontrarnos con el artículo "Anónimo", de Miguel Murillo. En él, el autor de "Perfume de Mimosas" se dirige en una conversación de tu a tu al autor que le hizo llegar una carta anónima cargada de mala leche y peor café, con tentativa de reproche y desagradable comparación de muy complicada amnistía.
Como imaginarán, nunca me ha gustado
el tufillo que desprenden quienes amparados cobardemente bajo la
máscara del anonimato se creen con derecho a escupir las verdades o
mentiras a la cara sin la educación y el decoro que exige tratar con
un ser humano, máxime si encima el blanco de las supuestas críticas
es una personalidad como el Director del Consorcio López de Ayala,
Medalla de Extremadura, además de un importante autor teatral.
Nunca me atrevería a afirmar que
reírse del prójimo pueda considerarse como un ejercicio
recomendable, pero el autor de "Pájaro de Plata" castiga
severamente al enigmático autor ridiculizándolo de la manera más
contundente, que no es otra que mostrándole la diferencia abismal
que existe entre ambos: La rúbrica al final del texto de cada
escritor. Lo hace además con una elegancia que duele y truena con
casi más violencia que un "Bachibozuk" o "Marino de
agua dulce" del viejo Capitán Haddock.
No esperaba menos de una celebridad
que derrocha tanta personalidad y carácter. Recuerdo hace algunos
años otro de sus artículos donde se despachaba de idéntica forma y
a gusto con un matrimonio pacense con los que coincidió en Madrid, y
tuvieron la osadía de soltarle a la cara sin anestesia y sin nada
que aprovechaban su estancia en la capital para ir al Teatro debido a
la ausencia de obras importantes en la localidad pacense. Don Miguel
Murillo les sacó algo más que los colores al mostrarles que las
obras a las que pretendían acudir hubieran podido disfrutarlas en el
López de Ayala unas semanas antes y por bastante menos dinero.
La ignorancia es atrevida y peligrosa,
pero puede corregirse con el tiempo, por lo que espero que este
matrimonio catetillo y huidizo de las artes escénicas locales , o
el incógnito autor de la carta sin firma puedan aprender y sacar una
lectura positiva de alguien a quien se le aprecia también su faceta
de maestro.
La primera de las varias ocasiones en
las que tuve que tratar con don Miguel se remonta al año 97. Con un
morro y un descaro que solo puede tenerse a los 18 años, mis
compañeros de grupo (Violent Popes) y un servidor nos presentamos en
su despacho sin más credenciales que una maqueta grabada en casette
y unas locas ganas de actuar en el López de Ayala. En lugar de
llamar a seguridad, Miguel Murillo nos recibió, nos atendió y nos
prometió que escucharía la maqueta y que ya veríamos qué se podía
hacer.
Lo que son las cosas, poco después
nos llamó. La Terraza del López volvía a abrir sus puertas 30 años
después, y para ello había escrito un espectáculo de inauguración,
"30 años no son nada" que presentaría "La Candi2Banda" la cual actuaría como mediadora entre dos grupos
musicales, "Los Playboys" habituales de la Terraza del
López en los 60 y un grupo de los 90, nosotros, los "ViolentPopes", que caíamos como anillo al dedo.
Casi sin darnos cuenta no solo
conseguimos actuar sino que éramos parte de una obra tan divertida,
como alocada y diferente. Fue una bonita experiencia de la que nunca
olvidaré cómo me descuajaringué de la risa cuando el director de
La Candi, Cándido Gómez, mencionó a viva voz al autor de la obra,
en inglés, para darle más categoría: "¡Michael Small Wall!"
Reconocerán que tiene gracia.
"Michael", Miguel en inglés, "Small", pequeño y
"Wall", muro. Pequeño muro por Murillo no se si
etimológicamente será acertado pero nos echamos unas risas y
siempre se me viene a la cabeza cuando coincido con él.
Recuerdo precisamente que cuando le
conté esta anécdota a su amigo, el recientemente desaparecido
Javier Leoni, este también se mondó de la risa. Trabajé durante un
año como secretario para Leoni, otro genial escritor, extraordinario
actor mas desastroso administrativo, en sus oficinas de Al Suroeste
Teatro, y ambos colaboraban constantemente, algo que me otorgaba la
posibilidad de volver a encontrarme con Miguel Murillo.
En algún descanso en la oficina en épocas de menos trabajo disfrutaba obras de Miguel como "Armengol" o "El Ángel de la Luz". Recuerdo que Miguel Murillo insistió en que Janita Salomé era el más apropiado para componer la música de la obra, y así, gracias a él, descubrí al cantante portugués de "Vinhos dos amantes" que me maravilló.
Leoni y su amigo Miguel Murillo |
En algún descanso en la oficina en épocas de menos trabajo disfrutaba obras de Miguel como "Armengol" o "El Ángel de la Luz". Recuerdo que Miguel Murillo insistió en que Janita Salomé era el más apropiado para componer la música de la obra, y así, gracias a él, descubrí al cantante portugués de "Vinhos dos amantes" que me maravilló.
Seguiré leyendo a Miguel Murillo siempre que pueda, porque ya sea en una obra, en un artículo, o en un comentario cuando coincidimos en los estudios de La Ser, el paso del tiempo me ha demostrado que aprendo cosas buenas de él. Incluso me atrevería a afirmar que nos parecemos en algunas cosas. De lo más negativo, como una carta anónima, Miguel Ha sacado en limpio un artículo excelente y una dulce venganza. Quien suscribe un post para su blog amén de bonitos recuerdos a la sesera. Ambos somos como "el Imbécil", el hermano pequeño de Manolito Gafotas, por aquello de que siempre le sacamos partido a la desgracia.
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