El hecho de que Gerard
Piqué sea en ocasiones
algo más gilipollas de lo habitual no autoriza a cualquier hijo de
vecino a insultarlo por sus ideas soberanistas. Si no me equivoco en
este país es legítimo que uno pueda sentirse catalán, madrileño,
pacense o segoviano, incluso por que no, alentejano, como mi menda,
quien sigue sin comprender cómo la frontera más absurda y
antinatural del planeta nos separa a una gran parte del país de unos
hermanos portugueses que sin duda presentan más singularidades
comunes a nosotros que naturales diferencias.
A los profesionales, sean
futbolistas, médicos, croupiers, albañiles o periodistas habría
que tratarlos por lo menos con un poco de jodido respeto cuando desempeñan
una profesión para ganarse con mayor o menor fortuna el sustento de
los suyos, y de la misma manera Piqué
tiene todo el derecho del mundo a sentirse catalán y jugar en la
selección española ya que con Cataluña, como sería su deseo, no
puede hacerlo. De la misma manera que en su día Javier
Clemente, declarado
públicamente como independentista vasco, se puso al mando de la
selección española con la misma profesionalidad que si lo hubiera
hecho ante la de Inglaterra, Italia o Senegal.
Si algún día, los vientos del
caprichoso destino me impulsaran a abandonar esta bendita tierra (el
diablo me confunda si así sea) tengan la seguridad que no ocultaré
el amor hacia mi región, mi ciudad y los míos, ya me estableza en
Sevilla, Mónaco, Londres o L'Hospitalet de Llobregat, y ¡Ay del que
se atreva si quiera a mirarme con celo o ponerme mala cara por
mostrar lo más profundo de mi corazón!
Los sentimientos catalanistas de Pep
Guardiola, por
señalar algún otro ejemplo,
deberían alcanzar los mismos niveles de interés general a la
opinión pública que mi aversión a las judías blancas con chorizo
a la hora de juzgar a un profesional cuya valía está fuera de toda
duda.
Pero es que el deporte no es más
más que la punta del iceberg, por aquello de que en este país
interesan más los aspectos deportivos y los abdominales de Cristiano
Ronaldo que la tasa de paro o los últimos resultados de la EPA.
No se si ustedes lo vienen notando
también, pero lo que es a un numeroso grupo de nuestros paisanos
extremeños, el tema catalán les escuece sobremanera, como si
nuestras bellotas, encinas o parajes naturales dependieran de ello.
La mayoría parece mirar hacie el Penedés con recelo y cierto
complejo de clases cual antagonista de pacotilla de cualquier
superproducción cinéfila, como si nos erigiéramos en los grandes
defensores de una patria por la que nos desvivimos mientras ella nos
devuelve todo... por el mismísimo.

De acuerdo que a nadie le gusta que
le tomen el pelo o le falten al respeto. Y se han sucedido numerosas
y lamentables acciones por uno y otro lado. Existen situaciones que
siempre me parecerán ridículas y que denotan una total falta de
sentido común. La susceptibilidad de algunos independentistas
catalanes de primer nivel rozan en ocasiones el esperpento y la
verguenza ajena, pero no menos que las respuestas cargadas de odio,
ignorancia y estupidez que se producen en ocasiones desde la capital
o el suroeste de la península.
Recurrir a los estereotipos es tan
absurdo como ridículo, y lo dice alguien que tiene amigos catalanes
que son Lucky Luke sacando la cartera a la hora de pagar y eruditos e
instruídos extremeños que son capaces de escribir doscientos poemas
del tirón sobre la ingratitud humana mientras escurren el bulto para
no invitarte a una maldita caña.
Que personalmente me parezca muy
poco práctico pretender poner fronteras ahora que somos más que
nada europeos no me da derecho a definir de una u otra manera a una
región de más de siete millones de personas, en la que por cierto,
tantos extremeños emigrantes tendrán algo que decir. Que los
problemas se arreglen hablando, y votando, y cumpliendo la ley,
partiendo de la premisa de que una ley puede cambiar otra ley, y no
hay por qué hacer drama alguno sea cual fuere el resultado.
Que no se le ocurra a alguno de
Cornellá o Girona venir a decirnos si los de Olivenza tienen que
sentirse Portugueses o Españoles, o si verdaderamente Elvas y
Badajoz deberían unificarse como una gran ciudad transfonteriza o
incluso si deberíamos adoptar el portuñol como idioma oficial.
Por
lo tanto que mis paisanos se relajen con ese sentimiento anticatalán
que parece absorverles, y que dejen de mezclar futbol, con política,
estereotipos y gilipolleces varias que finalmente ofrecen la
evidencia de que tanto extremeños como catalanes ostentamos un gran
número de ignorantes, catetos y merluzos que no tiene por qué
denigrar la exquisita población del resto de sus civilizados
conciudadanos.
Y por cierto... como nos mola a los
extremeños cuando un catalán (de mierda que dirían muchos) como Pau Gasol se sale en el Europeo
de baloncesto con la Selección Española. ¡Somos de lo que no hay!