Don de Loch Lomond

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miércoles, 26 de febrero de 2014

Cajas y bombos del Carnaval de Badajoz


Carlos Castaño (Caja) y Carlos Sánchez-Cortés (Bombo) más conocidos a este lado del Guadiana como "Kastaño" y "El Chungo" de la Murga "Los Water" en una foto tomada en Septiembre de 2009. Bombo y Caja de murgas, un matrimonio necesariamente bien avenido
Carlos Castaño (Caja) y Carlos Sánchez-Cortés (Bombo) más conocidos a este lado del Guadiana como "Kastaño" y "El Chungo" de la Murga "Los Water" en una foto tomada en Septiembre de 2009. Bombo y Caja de murgas, un matrimonio necesariamente bien avenido

No es la primera vez que reivindico públicamente el excelente trabajo que ejecutan los percusionistas de las murgas, trabajo que parece ser invisible para la mayoría, a diferencia por ejemplo de los percusionistas de las comparsas, aunque bien es cierto que una cosa no tiene nada que ver con la otra, y que ambos ejecutan su arte con gran tino y acierto.

El Bombo de "Ese es el Espíritu" rompiendo la maza en plena actuación. Se le nota que toca con ganas. ¡Cosas del directo! Foto de Alcintas de la página Recortes de Serpentina
El Bombo de "Ese es el Espíritu" rompiendo la maza en plena actuación. Se le nota que toca con ganas. ¡Cosas del directo! Foto de Alcintas de la página Recortes de Serpentina
  

 Cuando era pequeño el sonido de los ritmos de las comparsas me volvía loco, y contaba los días que faltaban para presenciar la tamborada, mientras que a las cajas de las murgas apenas les prestaba una atención anecdótica.

Quizás haya sido la imposibilidad de sorprender de las comparsas a lo largo de los años (algo realmente complicado por otra parte), y la gran evolución de las murgas, lo que ha provocado con el paso del tiempo este intercambio de gustos e intereses.






Caja y Bombo siempre juntos
Caja y Bombo siempre juntos




Sigo insistiendo en que a los cajas y bombos de las murgas no se les valora ni se les presta tanta atención como a las voces, o por ejemplo a los guitarristas, o incluso a sus propios colegas percusionistas de las comparsas.

Casi nunca se escucha un comentario positivo entre los presentadores y tertulianos de los programas de carnaval, pasando desapercibido también para los críticos.

Más que un bombo y una caja, la murgas parecen contar con una batería completa gracias a la habilidad y coordinación de los cajas y bombos
Más que un bombo y una caja, la murgas parecen contar con una batería completa gracias a la habilidad y coordinación de los cajas y bombos
 Es por ello que una vez más rompo una lanza en su favor y brindo hoy por ellos, porlos bombos y cajas de las murgas, con mi mejor LOCH LOMOND, y les animo, por supuesto, a todos ustedes, a que no pierdan de vista su fenomenal trabajo, llevando el tiempo, marcando los cambios y los finales, formando caja y bombo una sola batería donde hay espacio para todos los ritmos imaginables, con su bombo, hit hat, redobles de tam tam y platillazos finales.


Bombo y Caja de Los Niños en los preliminares del Carnaval de Badajoz 2012. Foto de Alcintas de la página Recortes de Serpentina
Bombo y Caja de Los Niños en los preliminares del Carnaval de Badajoz 2012. Foto de Alcintas de la página Recortes de Serpentina


Échenles una miradita de vez en cuando,descubran como se lo curran, e imaginen que sería del resultado final sin su habilidad, coordinación y sentido del ritmo.  A ver si este año los realizadores y cámaras de Canal Extremadura TV  les echan una mano ofreciendo de vez en cuando imágenes de sus mejores momentos… aunque sea en diferido.

Esta es mi opinión… y yo la comparto.

¡Pero qué público más tonto tengo!

El público del López de Ayala, o al menos gran parte de él, no se comporta con la grandeza que se espera de él durante el Concurso de Murgas del Carnaval de Badajoz.
El público del López de Ayala, o al menos gran parte de él, no se comporta con la grandeza que se espera de él durante el Concurso de Murgas del Carnaval de Badajoz.

De esta guisa se arrancaban a tocar los “Kaka Deluxe” a principio de los 80, una de aquellas primeras y precarias bandas de la famosa y sempiterna “movida”, aquel movimiento socio cultural germen de grandes bandas que años después nos regalarían grandes canciones parala historia de la música pop en España.

Kaka Deluxe”, en donde militaba una jovencísima Alaska, era una de aquellas bandas conmás ganas e ideas que virtuosismo instrumental, y buscaba en la provocación una manera como cualquier otra de llamar la atención y mantenerse en el candelero. Es curioso pero fue también a principios de los 80 cuando los Carnavales comenzaron a coger fuerza en Badajoz, y sus protagonistas, también precarios en medios como los grupos musicales de la movida, tenían ante todo más ganas de divertirse que cualquier otra cosa.

Pero no pretendo hablarles hoy de grupos musicales, sino de público, del público del López de Ayala concretamente, aquel que hace horas y horas de cola para conseguir una entrada para presenciar en vivo el ya tradicional y esperado concurso de Murgas de Badajoz.

¿Como se puede combatir el frío y hacer tantas horas de cola para abandonar una butaca?
¿Como se puede combatir el frío y hacer tantas horas de cola para abandonar una butaca?

Como comprenderán a estas alturas, quien suscribe no busca llamar la atención ni pretende provocación alguna, que eso ya ni se lleva y ni mucho menos está de moda, ni siquiera ofender con un inocente “tonto” a quienes ocupan una butaca en el López durante el concurso

Pero sí me gustaría que sirviera como toque de reprobación, y que a más de uno, las palabras de mi menda les indujera a reflexionar sobre un comportamiento nefasto que viene protagonizando desde hace ya muchos años gran parte del público del teatro, que indigna a murgueros y carnavaleros en general, y en especial a todo aquel bien nacido que guarda en su haber algo de buena educación y ciertos valores.

Los propios murgueros se han mostrado perplejos, y han criticado en muchas ocasiones en sus letrillas a quienes por ejemplo abandonan su butaca tras la actuación de la murga con la que simpatizan, ya sea porque en ellas militan amigos, parejas o familiares. El aforo del teatro es limitado, y existen muchos que no pueden conseguir una entrada ni permitirse guardar colas durante horas para disfrutar de un concurso que llevan esperando casi un año

Esta falta de respeto hacia los ciudadanos con menor fortuna se agrava hacia los murgueros que tras un año de preparación observan como su trabajo es ninguneado y despreciado, mostrando realmente que no existe aquel espíritu carnavalero del que el público del López, y en especial todos los pacenses, presumimos y hacemos gala durante nuestra fiesta.

Hay gente que guarda horas de colas para conseguir entradas. Sin embargo, especialmente durante los preliminares, tras la actuación de alguna murga puntera, muchas butacas son abandonadas.
Hay gente que guarda horas de colas para conseguir entradas. Sin embargo, especialmente durante los preliminares, tras la actuación de alguna murga puntera, muchas butacas son abandonadas.
Si reprobable es abandonar la butaca no menos feo es mostrarse poco o nada receptivo con todas las murgas, que indudablemente, algunas serán más flojas que otras, pero todas guardan grandes dosis de ilusión y divertidos momentos para hacernos pasar un buen rato.

El público del López se está transformando en algo parecido a los forofos y fiebres de determinados equipos de fútbol, en donde un hincha del Madrid no es capaz de disfrutar con un pase de Xavi y una ejecución magnífica de Messi y otro del Barcelona es incapaz de reconocer la grandeza de Casillas o las innegables cualidades de Cristiano Ronaldo.

En esta época todos debemos estar más predispuestos a la risa que nunca, y hemos de ser generosos de buen humor y amigos íntimos del sano ejercicio del cachondeo.Quien disfruta de los carnavales ha de hacerlo sí o sí durante todo el concurso de murgas, y aceptar la decisión final del jurado con menor o mayor fortuna para su agrupación favorita. También debería respetar a los demás espectadores del teatro, o a los que siguen el concurso a través de la radio o la televisión.

 Reconozco que se me llevan los demonios cada vez que la cateta de la primera fila, o el “macarrilla” de turno, o el paisano de este y aquel, o todos al mismo tiempo, intentan hacerse oír por encima del murmullo incesante de expectación que transcurre instantes antes de cada actuación murguera.

-“¡Eso es un murga!” – jalea la ordinaria de turno  – “¡Ese Chiqui bueno!” grita el otro – “¡Guapo!”, “¡Tía buena!”,  “¡Tú sí que vales!”, “¡sois los mejores!” – y demás estupideces por el estilo que no vienen a cuento y muchas veces incluso interrumpen el normal desarrollo de la actuación. ¡Por el Cetro de Otokkar! ¡Menuda panda de cansinos!

¡Parece una absurda competición por hacerse notar unos por encima de otros cuando a los que tienen que escucharse alto y claro es a los integrantes de las murgas! Sin olvidarnos de los “¡Oles!” y aplausos cuando algún que otro cantante frustrado se lanza a desgañitarse con gorgoritos insufribles en el momento cumbre de la actuación. Pero ese tema, el de los murgueros que pretenden ser cantantes profesionales, lo dejamos para otro día, que también trae cola.

El público debería de tener claro que su deber es permanecer en silencio, atento a las letras, voces, música y puesta en escena, disfrutando, sin reprimir por supuesto la inevitable y necesaria risa, aunque en ocasiones sea ruidosa y en forma de escandalosa carcajada, de eso se trata.

Todas las murgas que se suben al escenario del López de Ayala, desde "Los Niños" a "Los Zariguellas", merecen un respeto por parte del público. Todas las formaciones tienen buenos momentos que brindarnos.
Todas las murgas que se suben al escenario del López de Ayala, desde "Los Niños" a "Los Zariguellas", merecen un respeto por parte del público. Todas las formaciones tienen buenos momentos que brindarnos.
¡Los aplausos, los silbidos, los “bravos” y los “oles” solamente están justificados al principio y al final! ¡A ver si nos vamos enterando!

Pero después de todo se trata de divertirse, y más en estos últimos años tan difíciles dondenecesitamos más que nunca la risa y el buen humor. Por lo tanto me dirijo a ti, desocupado lector, que seguro que te has visto reflejado en alguno de los renglones de este artículo.

En lugar de ciscarte en mis muelas deberías reflexionar, y admitir que en según qué ocasiones no te has portado con la corrección que se espera de un pacense que ama y vive su fiesta con especial devoción. Así que ya sabes, a disfrutar de todo el concurso de murgas, a reírte y brindar tu apoyo a todas las formaciones, y en especial a regalarles tu sonrisa, y tu aplauso, que todas se lo merecen, ya que trabajan durante un año para intentar hacernos un poco más felices.

Y sobre todo, como cantaba hace ya algunos años una inolvidable tribu africana-pacense: “¡No te enfades…. que estamos en Carnaval!”.

¡Feliz Carnaval 2013!

Corazón y memoria



Hablar del Carnaval de Badajoz, cuando uno es pacense y además todavía ronda la treintena, no deja de antojárseme como un ejercicio muy grato, sano y bastante recomendable. Me atrevería a afirmar que incluso me resulta terapéutico. Yo aún diría más, mi querido Hernández, hasta me resulta muy terapéutico. Cuanto más si tan noble exposición se realiza de esta inmejorable tribuna que no es otra que esta Revista Oficial del Excmo. Ayuntamiento de Badajoz, desde donde por primera vez (y espero que por muchos años) me dirijo a ustedes, siendo consciente de la enorme responsabilidad para con mis conciudadanos, y con la finalidad de transmitirles mis impresiones sobre una fiesta, la nuestra, la de todos, que ocupa un lugar especial en mi corazón y en mi memoria.



El menda era hasta hace bien poco uno de tantos treintañeros que, tras los excesos de la adolescencia y primeros años de juventud, comenzaba ya a renegar de una fiesta a la que consideraba de escaso sentido, y a la que cada año se resistía con más pereza. ¡Cuan traidores podemos llegar a ser los hombres cuando renegamos de nosotros mismos y de nuestros recuerdos más dulces y entrañables! Gracias a Dios, el Tiempo, ese puñetero mal nacido, fiscal implacable e impasible donde los haya, se encarga de poner a cada uno en su sitio, y de equiparar cada momento de tu vida en el espacio asignado por la memoria, la cual dictamina los recuerdos que se convertirán en inquilinos de nuestro corazón y aquellos que sin embargo serán desechados y se volatilizarán de nuestros recuerdos para siempre como polvo en la lluvia.

Fue hace un par de febreros, cuando me disponía como cada domingo a dirigirme a mis desocupados lectores de HOY, cuando me rencontré, gracias a la memoria, con el Carnaval de mi tierra. Lo que comenzó como un despliegue de crítica con ademán de desprecio y ninguneo, con cierta alevosía y bastante mala leche y peor café, acabó convirtiéndose como quien no quiere la cosa en un entrañable homenaje a la magia del Carnaval de Badajoz.

Resulta sorprendente viajar al centro del cerebro y comprobar cómo uno de tus primeros recuerdos tangibles de la niñez es la de tu propia imagen, disfrazado de futbolista, embargado de ilusión y felicidad, acudiendo de la mano de tu madre a la guardería, donde te esperaban todos tus compañeros ataviados con sus disfraces. Si la mayoría de jóvenes de mi quinta, hicieran un pequeño esfuerzo y viajaran a través de su memoria más atrás en el tiempo, no me cabe la menos duda de que la mayoría de éstos se sorprenderían a sí mismos con recuerdos de parecida índole.

Me encantaba disfrazarme de futbolista

Es curioso que el primer disfraz que recuerde sea el de futbolista, posiblemente será por aquello de que todos nos disfrazamos de lo que nos gustaría ser, o de lo que nos hubiera gustado ser. Aunque no creo al cien por cien dicha afirmación, pues en una ocasión, con 14 años, me disfracé de animadora rubia y con coletas, con sus pompones y todo, y dudo que jamás de los jamases albergara en mi oronda inmensidad dedicarme a tan travestida profesión. 

Hay quien insiste en que no hay nada peor que un hombre disfrazado de mujer, ya que según las malas lenguas (que incluso por aquí también las hay) alimenta la sospecha además de hacer gala de un mal gusto considerable. Quien suscribe no mantiene tal máxima, y sus conciudadanos seguramente tampoco, ya que nos hemos criado en la evidencia y en la opinión de que lo que uno busca al disfrazarse es divertirse y divertir a los demás. ¡Qué ganas tienen algunos cenizos de ver la paja en el ojo ajeno e insistir en que algo no pueda dejar de ser divertido sin un trasfondo de dudosa negatividad!



En Badajoz, el disfraz siempre ha sido lo de menos. Una simple excusa en pos de la diversión más sana y la búsqueda inagotable de la media sonrisa o la explosiva carcajada. 

Aún recuerdo, no sin cierta nostalgia, cuando en mi grupo de amigos, cansados ya de los preparativos y de lo difícil que era ponerse de acuerdo, nos inventamos el más cómodo y sencillo de los disfraces. Hartos de pasar frío en anteriores ediciones, y de cargar con los más a absurdos accesorios, nos enfundábamos unas viejas batas de médico sobre nuestras ropas de abrigo que maqueábamos para la ocasión. Algunos añadían, como único accesorio, enormes y divertidas jeringuillas que como bien pueden imaginar no cumplían sino una función estrictamente etílica. 

Existen, por el contrario, quienes se toman muy en serio todo lo referente al disfraz. Lo deciden con suficiente tiempo junto a sus pandillas de amigos, y gastan no poco estipendio en la consecución y complementos de lo mismos, y a éstos se les nota un brillo especial en los ojos cuando se los enfundan por primera vez para escuchar el pregón del Viernes de Carnaval, con los primeros tambores como telón de fondo.



Ese tambor, que por cierto no deja indiferente a nadie. Algunos lo aman por considerarlo el símbolo del Carnaval de Badajoz, otros reniegan de él afirmando que es un peñazo. Un servidor no opina ni lo uno ni lo otro… sino todo lo contrario. Existen momentos apropiados para el tambor, de la misma manera que los hay para el baile, el cante o una conversación distendida y animada. Aunque mentiría si no reconociera que en esta ciudad, el noble y difícil arte de la percusión se toma muy a la ligera. 

Existen quienes realmente ejecutan un trabajo admirable en las tamboradas y en el desfile del domingo, pero igualmente hay muchos que en cuanto portan un par de baquetas en las manos se creen que pueden emular a Phill Collins, y éstos resultan algo pesados. Lo poco agrada y lo mucho cansa, y las comparsas, numerosísimas por cierto, deberían replantearse si tras las tamboradas y el desfile, no sería más adecuado poner en práctica el antiguo y sabio dicho griego que afirma que en el término medio se encuentra la virtud. 

A muchos les sorprende mi poca devoción por las percusiones de las comparsas (que no por el excelente y vistoso resultado de sus majestuosos trajes), ya que a priori dan por hecho, que habiendo tocado la batería tantos años en agrupaciones pacenses, lo gozo de lo lindo con sus creaciones. En defensa de éstas habría que matizar que tras tantos años, la posibilidad de sorprender es cada vez más compleja a pesar del enorme esfuerzo y dedicación de sus componentes.


La verdad es que en los últimos años disfruto más con las ocurrentes murgas, cuyo concurso sube de categoría en cada nueva edición hasta extremos de tener que organizar preliminares para asegurar cierto nivel en la final. Siempre he preferido a las murgas más divertidas, en detrimento de las denominadas más serias, pero disfruto musicalmente con ambas. En varias murgas pacenses podemos encontrar algunas de las mejores voces y más soberbias guitarras, y en casi todas ellas un arte impecable y un trabajo realmente imaginativo en sus percusiones, cuyos músicos ejecutantes no suelen recibir elogios equiparables al resto de colegas. El alto nivel y el enorme grado de coordinación existente en muchos de ellos consiguen como resultado final que su murga parezca contar con una batería completa en lugar de un simple bombo con platillos y una caja. Se escuchan ritmos bases de pop, de música disco, de rumba, de salsa, de heavy e incluso de reggaetón. Con sus redobles de caja y timbal, y sus característicos sonidos de “hi hat” abriéndose y cerrándose. Desde estas líneas ruego el justo reconocimiento a su encomiable labor.

Siempre me ha resultado digno de admiración lo volcada y presente que se haya gran parte de la ciudadanía pacense en todo lo referente a nuestro Carnaval. Es raro no conocer a nadie de tu entorno que no figure en comparsa o murga, o que sea parte del equipo de alguna asociación que organiza desfiles infantiles de disfraces o cualquier acto relacionado con nuestra fiesta. Solo así se explica el hecho de que el Carnaval de Badajoz haya sido declarado Fiesta de Interés Turístico Nacional.

Algunas voces animan a trabajar más en pos de una mayor difusión fuera de nuestras fronteras, para que cada vez más personas se animen y se unan a los miles que nos visitan cada año, algo que especialmente a mí, como ciudadano me agrada e ilusiona profundamente.

Pero sin olvidar que más allá de la difusión nacional, y de la promoción que pueda suponer para nuestra ciudad, el Carnaval debe ser ante todo, un recuerdo constante, un habitante ejemplar de nuestra memoria, para no olvidarnos de la fiesta que todos los pacenses debemos llevar por y para siempre en nuestro corazón.

lunes, 24 de febrero de 2014

De vuelta al redil





Sin duda, el escritor y filósofo Baltasar Gracián es una de las grandes plumas que ha tenido el honor de albergar nuestro país. De tan insigne pensador provienen conocidas máximas como su famosa: “Lo bueno si breve dos veces bueno”. Quizás yo no diría tanto, pero es cierto que uno no puede acostumbrarse a lo bueno en exceso, por la sencilla razón que la rutina resta de todo atractivo cualquier acción que desarrollamos los seres humanos.

Algunos de los placeres que destacan en mi particular top del ocio, como pueden ser viajar, salir a comer o cenar a mis restaurantes favoritos, ir al cine o a un concierto, necesariamente han de desarrollarse de manera esporádica, pues hacerlo a diario, y eso a pesar de que me lo pudiera permitir, conseguiría que todo lo que me divierte formara parte de mi vida cotidiana, como el trabajo, dormir o incluso respirar.


Las vacaciones son necesarias, y en ellas es indispensable desconectar y cambiar de aires en la medida de las posibilidades de cada uno, en ellas podemos y debemos permitirnos alguna licencia, pero sin olvidarnos que no son más que un paréntesis en nuestra cotidianidad.

Quien suscribe termina hoy sus vacaciones como las últimas, con la sensación de que han volado y podría haberlas aprovechado más. Pero no, ya he cargado bien las pilas y me encuentro con fuerzas suficientes para volver a trabajar hasta las siguientes.

Lo bueno si breve, dos veces bueno, o al menos si no excesivamente largo. De alguna manera tendré que quitarme los kilos de más. Los primeros días son los más difíciles, pero les prometo que no volveré a tomar alegremente Loch Lomond hasta que las aguas vuelvan a su cauce.

Ya se lo beben ustedes por mí, pues ya saben que nunca falta una botella del más dorado y exquisito de los licores con las que obsequiarles cada vez que se pasan por aquí. Hoy, como siempre, a su salud, a la de los que terminan sus vacaciones para animarles a reemprender su vida cotidiana y a los que las disfrutan desde hoy, para que lo pasen estupendamente y las acaben tan felices como las empezaron.

jueves, 20 de febrero de 2014

Predicar con el ejemplo


La semana pasada, a las puertas del Palacio de Congresos de Badajoz, en un importante acto de la Universidad de Extremadura, pudieron contarse aparcados encima de la acera, hasta diez coches oficiales de algunos de los políticos más representativos de nuestra región.

El problema como siempre, el aparcamiento, o la falta de espacio, y es que la ciudadanía no deja de preguntarse cómo es posible que se construya un Palacio de Congresos sin su propio aparcamiento.

En esta ocasión nuestros políticos, accidentalmente, pudieron meterse dentro del pellejo de los ciudadanos, quienes se las ven y se las desean buscando desesperadamente un sitio donde aparcar sus vehículos. Pero lamentablemente la Ley no es igual para todos.

Entre otras cosas me pregunto donde estaría el "multacar", y sobre todo donde habita el sentido común (el menos común de los sentidos) y la vergüenza de nuestros políticos.


Ya lo dice el refranero popular, que como buen refranero no se casa con nadie, ni siquiera con los políticos. Hay que predicar con el ejemplo... y no precisamente con el ejemplo contrario.

Audio del programa 03/02/2014